Bienvenidos

Hola a tod@s y bienvenidos al blog del Team Pop Ricard. El Team Pop Ricard, es el nombre artístico del equipo del piloto motoaventurero Ricard Fité y de toda la gente que hay detrás colaborando a que año tras años pueda seguir viajando y cumpliendo sueños que después compartimos a través de este blog, videos en youtube, así como colaboraciones en revistas del sector de la moto.. Este blog es el sitio donde se representan sus aventuras y patrocinadores así como mucho más información relacionada con los viajes en moto. Esperamos que este material sea de vuestro agrado y os sirva para pasar un rato agradable. Aquí encontraréis: Artículos, fotos, videos, presentación de futuros proyectos e incluso información de los eventos que organizamos. SPONSORS, PATROCINADORES Y COLABORADORES: Queremos dar las gracias a todas las personas que creen en nosotros y contribuyen a que estos sueños se hagan realidad. Todas las imágenes de marcas que véis funcionan como links dónde al clicar accederéis a sus páginas web.

3 Turkia 2007

TURQUIA ME MATA ….

Todo empezó una mañana de sábado, cuando hojeando una revista de motos de los años 80, leí la experiencia de 2 parejas de Barcelona, que con sus vespas habían conseguido llegar a Estambul alojándose en Campings. Justo en el mismo ejemplar otros dos amigos con sus motos trails habían recorrido Turquía hasta casi llegar a la frontera con Asia. Todas sus experiencias hicieron que se despertase en mi una curiosidad sin límites y que todo ello me animase a pensar que yo, con mi bonita Honda CB, también podía conseguir algún día llegar a la zona más oriental de Turquía.



Mi primer trabajo fue “empaparme” via Internet de toda la información necesaria para encontrar las mejores rutas de viaje entre Barcelona y Estambul. Recopilé las mejores imágenes del país y marqué los lugares de interés en un mapa. Confeccioné con precisión las paradas y cuadré matemáticamente mis días de vacaciones con las fechas del viaje.


Todas las imágenes que encontré me parecieron maravillosas, pero fue una imagen del Monte Ararat la que me hizo plantearme que ese lugar tan emblemático debía de ser mi meta a alcanzar. Según la Biblia, el Monte Ararat (5138mtrs)fue el lugar dónde se posó el Arca de Noé después del Diluvio Universal. Este monte se encuentra entre tres países: Armenia, Irán y Turquía. Oficialmente pertenece a este último y defienden esa zona con fuerte presencia militar por encontrarse en pleno Kurdistán.

 
PRIMERA ETAPA: BARCELONA-EDIRNE

Salí de Barcelona a las seis de la tarde de un soleado día de finales de mayo.

El primer contratiempo lo tuve antes de llegar a la Junquera, pues me saltó la reserva de la gasolina. horror!! pensé …..pero como iba tan eufórico no bajé la velocidad de crucero. Evidentemente sucedió “lo fatal”: me quede sin gasolina. Tuve que soportar estoicamente la lógica mirada de guasa del tipo del servicio de ayuda en carretera.

Esa noche la pasé en Perpignan y a la mañana siguiente di gas hasta Génova, allí encontré un camping enclavado dentro de la misma ciudad dónde pasé mi segunda noche de expedición. Por la mañana continué hasta Venecia entre colas de coches de más de 12 kms. Pero la Honda ya está habituada a “disfrutar” a diario de retenciones en Barcelona así que las pasamos sin problemas. Crucé a Eslovenia y dormí en Postojna, en un campíng muy acogedor en medio de un bosque de antiguas hayas. Me pareció un sitio tan especial que me prometí volver algún día.

Rodando dirección hacia Croacia se me coló una abeja de tamaño descomunal en el casco picándome en la oreja con todas sus ganas y recursos. Un calorcito “muy agradable” empezó a hacerse cargo de oreja y alrededores. Paré como pude en la cuneta soltando todo mi extenso repertorio de improperios, asimismo tuve la oportunidad de escuchar cómo los conductores croatas que iban detrás mío también disponían de un gran repertorio autóctono con el que me obsequiaron por mi “improvisada” maniobra. El calorcito de toda la zona dio paso a un dolor descomunal, desde ese momento la labor de ponerse y quitarse el casco se convirtió en una verdadera pesadilla. A pesar de todo continué desde Croacia rumbo a Serbia, con la cara roja, hinchada y calentita.

El tiempo iba empeorando por momentos, así que llegué a Belgrado con una tormenta espectacular y con un frío que no me abandonaría hasta la llegada a Turquía.

Confié equivocadamente en las habituales olas de calor de los meses de junio, y lamentablemente, en esta ocasión no llevaba el equipo de moto adecuado.

Me puse rápidamente todas las capas de ropa que pude y continué viaje con la lluvia y el granizo como compañeras. Decidí pasar la noche en Serbia en un curioso motel de carretera con aires comunistas. Cuando el dueño me llevaba hacia la habitación, vimos salir del que sería mi lavabo a un tipo abrochándose los pantalones, me pareció un tan raro, pero estaba tan cansado, que en lugar de molestarme se me escapó la risa y me adentré en el que sería mi lugar de reposo por esa noche. 


Al día siguiente la Honda cumplió sus 100.000 kms, los 2000 últimos los estaba realizando durante este viaje. Llegué a Sofía donde encontré una casa de citas reconvertida ahora en hotel, curiosamente mantenía la decoración del antiguo negocio, por lo que me quedé un tanto sorprendido. Como fue la policía Búlgara la que me informó sobre el lugar en cuestión, decidí no pensar más y me fui a dormir. La noche pasó sin problemas entre algunos sonidos “extraños” que llegaban intermitentemente, pero la verdad es que estaba tan cansado que ni me inmuté. Al día siguiente, aunque continuaba la tormenta, me equipé bien y continué viaje hacia la frontera con Turquía.



Me armé de paciencia en la aduana y pensé en un mínimo de 8 horas de espera para pasar la frontera, pero afortunadamente me equivoqué, en 2 horas lo tenía todo listo para entrar al país. Nada más entrar deduje que conducir por allí sería “movidito”, todo el mundo pitaba en todo momento y la mayoría conducía coches viejos y a unas velocidades que ponían los pelos de punta.


EL CABALLO DE TROYA

Continué ruta hacia el sur ya que era donde entendía que se encontraba lo más turístico del país, después de Estambul, claro está.

Me decidí a ir por el estrecho de Chanakkale, tras un corto viaje en ferry, encontré las ruinas de Troya y una interesante reposición del caballo del mismo nombre. 
 

Llegué ya anocheciendo y me costó encontrar un camping, cuando finalmente lo conseguí me quedé muy impresionado, pues siendo honestos, fue el más duro y sucio que he encontrado jamás. Unos chiquillos me ayudaron a descargar la moto y como parecieron muy ilusionados de verme por allí, les obsequié dejándoles subir en la moto y les animé a que disfrutaran dando gas un ratito.

Al poco tiempo se me acercó un tipo de aspecto bastante rudo, hablando inglés con una voz muy ronca. Me sugirió unirme a su grupo de amigos que estaban en unas mesas en una terraza y prometí hacerlo después de cenar. Una vez hube cenado me acerqué a su mesa y mientras hablábamos me pidieron que les hiciera fotos y se las enviara por correo. Uno de ellos me dijo algo en turco mientras me miraba fijamente. Miré interrogante al tipo rudo, que era el único que hablaba inglés y me señaló a su amigo explicándome que era kurdo. Me contaron la difícil situación que actualmente vive el pueblo kurdo, mientras yo escuchaba atentamente. Se sentían tan cómodos que incluso se permitieron nombrar a España, y algún que otro grupo terrorista de nuestro país. No quise meterme en ese tema.



Cuando llevábamos un rato conversando me dijeron: "Aquí puede haber problemas ven con nosotros". "Qué tipo de problema?", dije yo.

"Tu ven con nosotros al camping de al lado, vamos coge tus cosas importantes".


Fui a la tienda y entre temor y curiosidad, ganando esta última, como siempre, tomé mi pasaporte, algo de dinero, el móvil y las llaves de la moto.

Caminé con ellos por la playa de noche, escuchándoles hablar en turco intentando en vano entender alguna palabra u obtener alguna pista de todo aquello.

Una parte de mí pensaba en el posible lío en el que me estaba metiendo, pero mi vena aventurera me decía que si querían hacerme algo tendrían que deshacerse de mí y de todas mis cosas, ya que supuse que la policía podría darles muchos problemas. Con todos esos pensamientos de película de intriga, llegué a la rápida y práctica conclusión de que probablemente muy peligrosos no serían, por lo que continué el camino con ellos. Entramos en un camping por un agujero que había en la valla metálica y nos encerramos en una tienda ya “entradita” en años. Allí estuvieron bebiendo y fumando algo que parecía prohibido. El kurdo me pidió a través del tipo que hacía de intérprete, que borrase las fotos en las que salían ellos, ya que me veía muy “suelto” y me auguraba problemas con la policía si las encontraban, sin preguntar nada, pasé a borrar rápidamente las fotos de mi cámara digital.

Pasó el tiempo y todo lo que habían bebido y fumado empezó a hacer su efecto. El tipo kurdo nos dijo que si venía la policía era mejor que “todo aquello” estuviera repartido. Me quedé un poco sorprendido con el comentario, pero aguanté el tipo sin preguntar. Me guardaron una parte del material en el llavero de la moto, que tiene forma de monedero. Olvidar “aquello” allí dentro fue un riesgo evitable que me acompañó durante varios días.

Unos minutos más tarde entraron en la tienda un chico y su novia, que al parecer eran amigos del grupo. Al poco tiempo la chica empezó a mirarme, creo que flirteando, y a jugar conmigo haciéndome repetir frases en turco. Yo acepté el juego y el novio se marchó un poco malhumorado. Me explicaron que era la hermana del rudo anfitrión, respiré hondo e intenté llevar la situación con absoluta normalidad como en mí es práctica habitual.

La joven empezó a rozarme los pies mientras le decía algo al oído a su hermano. "Mi hermana me pregunta si crees que es guapa" me dijo aquel tipo mirándome a los ojos y muy serio. Tirando de mi vena más diplomática e ingeniosa le solté:

"Amigo, dile a tu hermana que no soy yo quien tiene que responder a esa pregunta".

Debió gustarle la respuesta porque me chocó la mano con todas sus ganas riéndose

a carcajadas diciéndome que sabía que no era fácil salir de aquello. Prometió tratarme como a alguien de su familia si tenía problemas, y dijo que además no dudaría en pasar por encima de aquel que intentase hacerme daño. Intenté mantener el tipo ante semejante comentario y serené los ánimos con la más agradecida de mis sonrisas. Me despedí y me volví al camping caminando sólo por la playa, repasando todo lo que había pasado en las últimas horas.



PAMUKALE-KAS

El Castillo de Algodón, esa es la traducción en turco de una montaña que no para de "sudar" agua, con un altísimos grado de cal que dan al paisaje un aspecto de nieve perpetua. Sobre la piedra de color blanco radiante cae el agua de forma continua, haciendo que el entorno sea de una belleza sin igual. Todo a su vez está rodeado de ruinas Romanas que aún se conservan en muy buen estado.

Por la tarde fui a visitar Denizli. Me entretuve largo rato visitando aquel exótico paraje y sin darme cuenta se me hizo de noche. Todo era tan mágico, que llegó un momento en que me extravié y no conseguí dar con la moto. Como ya me sentía más cómodo en aquellas tierras, intenté no perder los nervios y no alejarme demasiado de las zonas que me resultaban familiares. Finalmente en un par de horas pude encontrar a mi ya solitaria Honda.

 
Al día siguiente continué mi ruta y dejé atrás los montes Taurus. El paisaje del sur y la costa Mediterránea eran espectaculares, costas recortadas, playas turquesa y espectaculares acantilados me acompañaron durante todo el trayecto. Finalmente llegué a un rincón muy especial: “La grieta de Kaputash. Se trataba de una brecha abierta en la montaña que formaba un acantilado de gran altitud.

En ese peculiar lugar fue donde la batería de la moto pareció decir “basta”.

Un soldado con metralleta en mano y varios turistas allí congregados, detectaron que algo fallaba. Yo sólo disponía de una oportunidad para arrancar la moto ante mi público, la opción era ir cuesta abajo dejándola caer intentando meter segunda, y seguidamente perderme en una curva hacia la izquierda.

Ante todo este público empecé el descenso dispuesto a arrancar la moto, alcancé la “velocidad de crucero”, y tras intentarlo sin resultado alcancé la curva perdiéndome del campo de visión de aquel grupo de turistas, aunque fue por poco tiempo pues al momento me volvieron a ver subir, ya que tuve que acabar pidiéndoles ayuda.


Fui al soldado con metralleta, y aunque en un primer momento no se inmutó, ya que tenía cara de no importarle para nada mis problemas, no por ello dejé de angustiarlo con mi inglés y mis gestos de película trágica. Finalmente conseguí que de malos modos me diera el teléfono de la gendarmería. Rápidamente me dispuse a llamar e intenté comunicarme con alguien que pudiese ayudarme.


Me costó unos minutos conseguir implicarles en todo aquello, y no paré de insistirles hasta que prometieron que vendrían a ayudarme. Eran las seis de la tarde y volví corriendo hacia la moto. Llamé a mi compañía de seguros en Barcelona (una de esas de presunta Asistencia Mundial, je je). Me atendió una amable señorita que con muy buenos modos me dijo que sería muy difícil poder ayudarme estando yo en Turquía, por muy turística que fuese la zona, lo único que me sugería era que esperase con calma su llamada, que probablemente tendría lugar en unas tres horas.

Temiendo que se me hiciese de noche y que allí no apareciese nadie, pasé a pedir ayuda a los coches que pasaban, pidiéndoles que por favor avisaran a una grúa o a un mecánico de la zona, o algún camión de algún pueblo cercano. En definitiva cualquier persona que pudiese ayudarme a salir de aquel atolladero.

A los pocos minutos apareció casi la gendarmería al completo al más puro estilo:

"El Expreso de media noche".

Bajaron tres soldados y al tiempo que se me acercaban, me entró todo tipo de calores y sudores recordando de repente el "regalito" que me habían guardado los kurdos en el llavero de la moto, en ese momento maldije mil veces mi carácter despreocupado.

Afortunadamente entendieron mi problema con la moto y pasaron a dar el alto a los coches que pasaban y pidieron cables para cargar mi batería. Después de dos horas y de algunos intentos frustrados llegó otra furgoneta con más soldados. Al ver que la noche se echaba encima intentaron subir la moto a una furgoneta, pero la moto no cabía de ninguna manera. La volvimos a bajar y de repente se acercó uno de ellos con unos cables en buen estado.

Al intentar arrancar la moto me di cuenta horrorizado de que había perdido las llaves de la moto con todo “aquello” allí dentro, empecé a temer seriamente por mi integridad entre tanta policía militar. Si me encontraban el “regalito” me caerían sin duda cuatro años de cárcel. Recordé nervioso la imagen borrosa de la escena de la peli “El expreso de Medianoche”, y casi se me corta la respiración.

(…)y eso que mi tía Frankie me lo aviso!!!!!!!..(..)

De repente el militar con más rango me tocó la espalda y me entregó tranquilamente el juego de llaves. En esos momentos casi tuve que ahogar en un suspiro, el infarto inminente que estaba a punto de tener.

Por suerte soy un hombre resuelto y creativo, así que sonreí simulando estar encantado y casi le doy un par de besos al tipo, como agradecimiento.

Afortunadamente ellos no vieron nada y pudimos arrancar por fin. Cuando oí el sonido del motor de mi honda casi me cayó una lágrima de la emoción, de ésta habíamos salido pensé. Les fotografié a todos con la moto y entonces si que nos abrazamos, pues yo estaba sinceramente agradecido. 

 


Llegué de noche a Kas y recibí la llamada de la señorita de la compañía de seguros que muy profesionalmente me dijo : “Señor Fité, lo sentimos no lo iremos a buscar”. Que maja!.

LAS RUINAS ME MYRA

Por la mañana ya con la batería cambiada y con energías renovadas, puse rumbo a las ruinas de Myra.

A unos de 300 metros de la entrada aparecieron tres individuos que a voces me ofrecieron bebida y descanso en su bar.

Para mi este método es mucho mas cómodo, no he de bajar de la moto preguntando dónde comer o dormir, y lejos de sentirme abrumado me parece todo mucho más práctico.

Ese día comí solo en una especie de cuadra, por la tarde entró un tal Newzat, un turco que no hablaba nada de inglés. Eso no impidió que nos hiciésemos buenos amigos ya que nos entendíamos por gestos sin ningún problema.

Me llevó por todo el pueblo con una Jawa antigua. Según ellos Santa Claus (Pappa Noel) está enterrado allí.

Por la noche volvimos al bar-cuadra, donde nos encontramos con los dueños, no debían tener mas de 25 años. Hablaban delante mío en turco y riendo mientras me miraban. Entonces Newzat me propuso ir a Olympus. “Ok vayamos” dije yo, pero mejor con la honda. Cogí el casco y un jersey, cosa que mi nuevo acompañante por supuesto no hizo. "Por aquí Ricardo!" me dijo. Di gas a la moto por las costas y acantilados turcos. 20, 40, 60, 85kms hasta llegar a Olympus.

Valió la pena ver un paraíso hippie en medio de paredes altísimas que daban al mar, todo estaba lleno de acogedores chiringuitos. Todo el mundo estaba de fiesta aunque eso si, con la policia bien cerquita . Esa noche me quedé con ellos y dormimos en unos bancos al raso. Al amanecer me despertó el dueño y más entrada la mañana volvimos otra vez a Myra al bar-cuadra.

Una vez en Myra nos reunimos con otros seis colegas de Newzat, y entre todos empezaron a sacar cervezas. Después de algunas de más y de un ambiente más que distendido hablando de artes marciales, me levanté y envalentonado por la embriaguez (y porque no decirlo, por mi cinturón negro de judo que me ampara), les reté a todos ellos a que intentaran tirarme al suelo mediante la lucha turca, que es parecida a la lucha Grecorromana. Ellos aceptaron encantados, por supuesto. Los gritos y las risas atrajeron a la gente de la calle, que formó un grupo concurrido de público, que acabo divirtiéndose con el español y aplaudiéndonos a todos. Fue un momento muy divertido y realmente inolvidable.

Lo más surrealista de la tarde estaba por venir. El dueño se acercó a mi cara y soltándome el fuerte aliento me susurró: "Ei Ricardo tu hablas bien inglés, ven a trabajar con nosotros, te daré 700 euros al mes". En ese momento me reí con ganas y miré hacia el otro lado, pero él continuó con su idea. “Vamos a probar” dijo, "Ahora dile a estos alemanes que si quieren les damos de comer, les mostramos las ruinas y les damos un paseo en barco por las ruinas de la costa".

Tras pensarlo unos minutos, finalmente accedí divertido a ayudarles, pues estaba durmiendo gratis en su bar, así que empecé esa misma tarde a trabajar con ellos.


Estuve toda la tarde explicando lo mismo a diversas familias con bastante éxito. Aunque, como era de esperar se nos fue todo de las manos, cuando me di cuenta de que estaba haciendo de guía turístico en unas ruinas de las que no sabía absolutamente nada. Evidentemente un grupo de italianas realmente cañeras, también se habían dado cuenta de mi ignorancia.

Todos me insistieron en que tratase de explicarles algo a las turistas y luego pasara a cobrarles por la charla. En un primer momento, accedí valientemente claro está, pero al verme en las ruinas con mi compañero, él sin hablar ingles, y yo sin idea de turco, me sentí como volviendo al colegio en un examen oral, e intentando buscar respuestas en la imaginación y pistas en el entorno.
"Aquí tenemos como pueden ver unos relieves únicos en el mundo", empecé diciendo, "estas eran las cuevas que servían de casa a los ricos", "este era un Teatro Romano (luego resultó ser Griego) en el que se daban conciertos y discursos políticos".



Las italianas ya se habían dado cuenta hacía tiempo de que yo no tenía ni idea, así que el grupo se me fue dispersando, al doblar la esquina y ya sin grupo, regresé cabizbajo al local, por suerte mis nuevos amigos me recibieron entre risas y aplaudiendo mi primer día como guía turístico, yo no pude por menos que agradecerles el gesto con una sincera sonrisa, pues en aquel momento me hicieron sentir como un colega suyo más.

Al día siguiente Newzat me coló en un barco que nos llevó a ver ruinas Romanas bajo el mar y nos pudimos bañar en un entorno encantador. Esa noche dormí en Antalya y al día siguiente llegué a la Capadocia, ya estaba en el centro de Turquía.

CAPADOCIA:

El paisaje era precioso y presentaba un curioso aspecto lunar, muy diferente al de las zonas que había visitado hasta entonces. Tuve la oportunidad de visitar una vivienda subterránea con seis pisos de profundidad y en la que me aseguraron que en su día vivieron muchísimas personas. Aparentemente, este tipo de vivienda les permitía refugiarse del calor en verano y del frío en invierno, pero eso si, no era apta para claustrofóbicos. 



Al regresar por la tarde al camping me encontré con un tipo en una moto con matricula italiana. Fui en su busca y al entablar conversación con el comprobé que casualmente venía del Monte Ararat. Me contó que el paisaje era mucho mas bonito que el de la Capadocia, que tardaría unos dos días en llegar al Monte Ararat, y me advirtió que tuviera cuidado al escoger el camino. Él se había visto obligado a recorrer 400 kilómetros de pista, y eso podría resultar fatal para mi Honda y para mí mismo. Pero me dije que si aquel italiano lo había hecho yo también podía.


EL LAGO VAN Y EL MONTE ARARAT.

A primera hora de la mañana me puse en camino hacia Dyarbakir. La jornada resultó dura, carreteras difíciles y un ambiente no siempre agradable mezclado con una presencia militar que se me antojó cada vez más hostil. Me estaba acercando a la frontera con Irak, y la cosa no estaba para el turisteo. La constante presencia de convoyes militares con armamento pesado y de controles de carretera metralleta en mano empezaron a hacer mella en mi estado de ánimo. En algunas ocasiones los soldados me dejaban pasar sin más, con una mirada que parecía decir "pasa chaval que esto no va contigo". Esa noche dormí en Dyarbakir y al dia siguiente llegué al lago Van.


El paisaje me recordaba al que había en un video de Mongolia: valles de un verde intenso y ríos que no olvidaré jamás. Al atardecer llegué a Dogubayazit, al pie del Monte Ararat. Misión cumplida!.

Se hizo rápidamente de noche y con bastante frío en el cuerpo, después de estar un buen rato buscando un lugar dónde cenar, encontré un bar-motel de carretera en un entorno un tanto bélico. El dueño y su amigo estaban viendo boxeo en la televisión y me miraron con una expresión de "¿Quién es este tipo a estas horas?". El caso es, que desde mi estancia en la Capadocia había cambiado de forma de lenguaje: de mi inglés de costillada había pasado al español gesticulado, el cual está demostrado te permite comunicarte hasta con un “extraterrestre”. Al entrar en los sitios gritaba "Merhaba" que significaba “Hola”, intentando mostrar una actitud decidida, lo que al parecer ellos agradecían. El caso es que al cabo de unos minutos me trajeron una sartén con pollo, un tenedor, un vaso de agua y un cartón para proteger la mesa del calor de la sartén. No sé si lo que me sentó mal fue el pollo o la velocidad con la que lo ingerí, el caso es por la noche me subió la fiebre y tuve que estar tres días encerrado en aquel hotel kurdo recuperándome, y escuchando algún que otro disparo durante la noche.

La visión constante de mujeres con burkas, la continua presencia militar y de niños trabajando de pastores, empezó a desgastarme realmente. Añadiendo además, la forma imprudente de conducir de aquéllas gentes pues era si cabe aún más peligrosa, que el en el sur. Tuve que entrar más de una vez en el arcén de graba a 80 kms/h, ya que aparecían coches de cualquier lado, adelantando por el carril indebido y no aminorando marcha aunque venían directos contra mi.

Decidí subir a la costa del mar Negro desde la frontera con Georgia y pasando a escasos metros de Armenia. Me esperaba un paisaje que pasó del más encantador desierto a unos magníficos Puertos de montaña, con largos tramos sin asfaltar.

En una ocasión desesperado por la dificultad de una bajada llena de piedras, metí la moto en una seca acequia hecha de cemento, tras el primer susto y tras varios intentos, pude salir con el consecuente: "por los pelos"!.

Dos días después, llegué al Mar Negro. Me pareció encantador verlo de fondo. No había ningún cartel que indicase Georgia, sólo uno que señalaba la primera ciudad: Batum. Emocionado le pedí a una mujer que encontré allí que me hiciera una foto, lo hice con mi nuevo español adaptado para la ocasión: “FOTO”! dije, así que la mujer me sonrió. Ante mi cara de sorpresa, se colocó bien el pelo y se puso ella de modelo para que la fotografiase. No pude resistirme y sonriendo, la inmortalicé.

Pasaron los kilómetros y llegué a Giresun donde estaba la isla que atesoraba una interesante leyenda sobre las amazonas. Pasaban los días y yo cada vez rendía menos sobre la moto, mi rutina se convirtió en empezar a rodar sobre las doce de mediodía y a las cuatro o cinco horas ya me encontraba absolutamente roto. Así y todo no dejaba de pensar angustiado, que aún me quedaban unos largos seis días para llegar a casa. 

 

La costa del Mar Negro en Turquía estaba llena de campings, con paisajes encantadores y muy recomendables.  La autopista o carretera que me sacaría de allí no me defraudó, era incluso más peligrosa y hostil de como la esperaba. Adelantamientos imposibles, pitidos continuos, camiones destartalados detrás mío presionando a pocos metros a una velocidad de vértigo y pitando insistentemente aún sin poder adelantar, policía pasiva ante todo este tipo de acontecimientos... incluso no puede evitar la visión de un cadáver en la cuneta, por culpa de un accidente que había sucedido recientemente. En los peajes, la gente bajaba de los coches con sus bebes en brazos y se paseaban entre los coches sorteando la caravana. Improvisados vendedores ambulantes vendían refrescos, comida, incluso imitaciones de colonia y tabaco. Ciertamente: El panorama no tenía desperdicio.
 
Cuando entré en Bulgaria, no negaré que sentí cierto alivio. Veía a los coches señalizando las maniobras y respetando las señales de tráfico, casi me parecía ciencia ficción, después de todo lo visto durante las semanas anteriores.


El camino a casa fue largo y cansado. Había aprendido muchas cosas durante aquel viaje e incluso me sentía más maduro después de todo lo vivido. No sabía muy bien cómo le podría sacar provecho a toda aquella aventura, pero sentía que mi umbral de viajero del mundo había mejorado. Todo me resultaba un poco contradictorio: contento y a la vez desgastado, orgulloso, pero aún recuperándome del miedo que a veces había pasado y preguntándome seriamente si volvería a repetir aquella experiencia.

Mis amigos al verme me confirmaron lo que yo pensaba, era la vez que más cansado me han visto. No pude negarlo, pues pensaba igual que ellos.

Necesité una semana para recuperar mi estado saludable y sentirme de nuevo en forma. Pero todo valió la pena …… definitivamente: Turquía me mata! 


 P.D.: Aquí os dejo un enlace donde podréis ver un video de todas las fotos con música de Los Replicantes, espero que os guste.



http://www.youtube.com/watch?v=-arylN3OKX4


Muchas gracias.