Todo empezó una mañana de sábado, cuando hojeando una revista de motos de los años 80, leí la experiencia de 2 parejas de Barcelona, que con sus vespas habían conseguido llegar a Estambul alojándose en Campings. Justo en el mismo ejemplar otros dos amigos con sus motos trails habían recorrido Turquía hasta casi llegar a la frontera con Asia. Todas sus experiencias hicieron que se despertase en mi una curiosidad sin límites y que todo ello me animase a pensar que yo, con mi bonita Honda CB, también podía conseguir algún día llegar a la zona más oriental de Turquía.
Mi primer trabajo fue “empaparme” via Internet de toda la información necesaria para encontrar las mejores rutas de viaje entre Barcelona y Estambul. Recopilé las mejores imágenes del país y marqué los lugares de interés en un mapa. Confeccioné con precisión las paradas y cuadré matemáticamente mis días de vacaciones con las fechas del viaje.
Todas
las imágenes que encontré me parecieron maravillosas, pero fue una
imagen del Monte Ararat la que me hizo plantearme que ese lugar tan
emblemático debía de ser mi meta a alcanzar. Según la Biblia, el
Monte Ararat (5138mtrs)fue el lugar dónde se posó el Arca de Noé
después del Diluvio Universal. Este monte se encuentra entre tres
países: Armenia, Irán y Turquía. Oficialmente pertenece a este
último y defienden esa zona con fuerte presencia militar por
encontrarse en pleno Kurdistán.
PRIMERA ETAPA: BARCELONA-EDIRNE
Salí de Barcelona a las seis de la tarde de un soleado día de finales de mayo.
El
primer contratiempo lo tuve antes de llegar a la Junquera, pues me
saltó la reserva de la gasolina. horror!! pensé …..pero como iba
tan eufórico no bajé la velocidad de crucero. Evidentemente sucedió
“lo fatal”: me quede sin gasolina. Tuve que soportar estoicamente
la lógica mirada de guasa del tipo del servicio de ayuda en
carretera.
Esa
noche la pasé en Perpignan y a la mañana siguiente di gas hasta
Génova, allí encontré un camping enclavado dentro de la misma
ciudad dónde pasé mi segunda noche de expedición. Por la mañana
continué hasta Venecia entre colas de coches de más de 12 kms. Pero
la Honda ya está habituada a “disfrutar” a diario de retenciones
en Barcelona así que las pasamos sin problemas. Crucé a Eslovenia y
dormí en Postojna, en un campíng muy acogedor en medio de un bosque
de antiguas hayas. Me pareció un sitio tan especial que me prometí
volver algún día.
Rodando dirección hacia Croacia se me coló una abeja de tamaño descomunal en el casco picándome en la oreja con todas sus ganas y recursos. Un calorcito “muy agradable” empezó a hacerse cargo de oreja y alrededores. Paré como pude en la cuneta soltando todo mi extenso repertorio de improperios, asimismo tuve la oportunidad de escuchar cómo los conductores croatas que iban detrás mío también disponían de un gran repertorio autóctono con el que me obsequiaron por mi “improvisada” maniobra. El calorcito de toda la zona dio paso a un dolor descomunal, desde ese momento la labor de ponerse y quitarse el casco se convirtió en una verdadera pesadilla. A pesar de todo continué desde Croacia rumbo a Serbia, con la cara roja, hinchada y calentita.
Rodando dirección hacia Croacia se me coló una abeja de tamaño descomunal en el casco picándome en la oreja con todas sus ganas y recursos. Un calorcito “muy agradable” empezó a hacerse cargo de oreja y alrededores. Paré como pude en la cuneta soltando todo mi extenso repertorio de improperios, asimismo tuve la oportunidad de escuchar cómo los conductores croatas que iban detrás mío también disponían de un gran repertorio autóctono con el que me obsequiaron por mi “improvisada” maniobra. El calorcito de toda la zona dio paso a un dolor descomunal, desde ese momento la labor de ponerse y quitarse el casco se convirtió en una verdadera pesadilla. A pesar de todo continué desde Croacia rumbo a Serbia, con la cara roja, hinchada y calentita.
El
tiempo iba empeorando por momentos, así que llegué a Belgrado con
una tormenta espectacular y con un frío que no me abandonaría hasta
la llegada a Turquía.
Confié
equivocadamente en las habituales olas de calor de los meses de
junio, y lamentablemente, en esta ocasión no llevaba el equipo de
moto adecuado.
Me
puse rápidamente todas las capas de ropa que pude y continué viaje
con la lluvia y el granizo como compañeras. Decidí pasar la noche
en Serbia en un curioso motel de carretera con aires comunistas.
Cuando el dueño me llevaba hacia la habitación, vimos salir del
que sería mi lavabo a un tipo abrochándose los pantalones, me
pareció un tan raro, pero estaba tan cansado, que en lugar de
molestarme se me escapó la risa y me adentré en el que sería mi
lugar de reposo por esa noche.
Al día siguiente la Honda cumplió sus 100.000 kms, los 2000 últimos los estaba realizando durante este viaje. Llegué a Sofía donde encontré una casa de citas reconvertida ahora en hotel, curiosamente mantenía la decoración del antiguo negocio, por lo que me quedé un tanto sorprendido. Como fue la policía Búlgara la que me informó sobre el lugar en cuestión, decidí no pensar más y me fui a dormir. La noche pasó sin problemas entre algunos sonidos “extraños” que llegaban intermitentemente, pero la verdad es que estaba tan cansado que ni me inmuté. Al día siguiente, aunque continuaba la tormenta, me equipé bien y continué viaje hacia la frontera con Turquía.
Me armé de paciencia en la aduana y pensé en un mínimo de 8 horas de espera para pasar la frontera, pero afortunadamente me equivoqué, en 2 horas lo tenía todo listo para entrar al país. Nada más entrar deduje que conducir por allí sería “movidito”, todo el mundo pitaba en todo momento y la mayoría conducía coches viejos y a unas velocidades que ponían los pelos de punta.
EL CABALLO DE TROYA
Continué ruta hacia el sur ya que era donde entendía que se encontraba lo más turístico del país, después de Estambul, claro está.
Me
decidí a ir por el estrecho de Chanakkale, tras un corto viaje en
ferry, encontré las ruinas de Troya y una interesante reposición
del caballo del mismo nombre.
Llegué
ya anocheciendo y me costó encontrar un camping, cuando finalmente
lo conseguí me quedé muy impresionado, pues siendo honestos, fue el
más duro y sucio que he encontrado jamás. Unos chiquillos me
ayudaron a descargar la moto y como parecieron muy ilusionados de
verme por allí, les obsequié dejándoles subir en la moto y les
animé a que disfrutaran dando gas un ratito.
Al
poco tiempo se me acercó un tipo de aspecto bastante rudo, hablando
inglés con una voz muy ronca. Me sugirió unirme a su grupo de
amigos que estaban en unas mesas en una terraza y prometí hacerlo
después de cenar. Una vez hube cenado me acerqué a su mesa y
mientras hablábamos me pidieron que les hiciera fotos y se las
enviara por correo. Uno de ellos me dijo algo en turco mientras me
miraba fijamente. Miré interrogante al tipo rudo, que era el único
que hablaba inglés y me señaló a su amigo explicándome que era
kurdo. Me contaron la difícil situación que actualmente vive
el pueblo kurdo, mientras yo escuchaba atentamente. Se sentían tan
cómodos que incluso se permitieron nombrar a España, y algún que
otro grupo terrorista de nuestro país. No quise meterme en ese
tema.
Cuando
llevábamos un rato conversando me dijeron: "Aquí puede haber
problemas ven con nosotros". "Qué tipo de problema?",
dije yo.
"Tu
ven con nosotros al camping de al lado, vamos coge tus cosas
importantes".
Fui
a la tienda y entre temor y curiosidad, ganando esta última, como
siempre, tomé mi pasaporte, algo de dinero, el móvil y las llaves
de la moto.
Caminé
con ellos por la playa de noche, escuchándoles hablar en
turco intentando en vano entender alguna palabra u obtener
alguna pista de todo aquello.
Una
parte de mí pensaba en el posible lío en el que me estaba metiendo,
pero mi vena aventurera me decía que si querían hacerme algo
tendrían que deshacerse de mí y de todas mis cosas, ya que supuse
que la policía podría darles muchos problemas. Con todos esos
pensamientos de película de intriga, llegué a la rápida y práctica
conclusión de que probablemente muy peligrosos no serían, por lo
que continué el camino con ellos. Entramos en un camping por un
agujero que había en la valla metálica y nos encerramos en una
tienda ya “entradita” en años. Allí estuvieron bebiendo y
fumando algo que parecía prohibido. El kurdo me pidió a través del
tipo que hacía de intérprete, que borrase las fotos en las que
salían ellos, ya que me veía muy “suelto” y me auguraba
problemas con la policía si las encontraban, sin preguntar nada,
pasé a borrar rápidamente las fotos de mi cámara digital.
Pasó
el tiempo y todo lo que habían bebido y fumado empezó a hacer su
efecto. El tipo kurdo nos dijo que si venía la policía era mejor
que “todo aquello” estuviera repartido. Me quedé un poco
sorprendido con el comentario, pero aguanté el tipo sin preguntar.
Me guardaron una parte del material en el llavero de la moto, que
tiene forma de monedero. Olvidar “aquello” allí dentro fue un
riesgo evitable que me acompañó durante varios días.
Unos
minutos más tarde entraron en la tienda un chico y su novia, que al
parecer eran amigos del grupo. Al poco tiempo la chica empezó a
mirarme, creo que flirteando, y a jugar conmigo haciéndome repetir
frases en turco. Yo acepté el juego y el novio se marchó un poco
malhumorado. Me explicaron que era la hermana del rudo anfitrión,
respiré hondo e intenté llevar la situación con absoluta
normalidad como en mí es práctica habitual.
La
joven empezó a rozarme los pies mientras le decía algo al oído a
su hermano. "Mi hermana me pregunta si crees que es guapa"
me dijo aquel tipo mirándome a los ojos y muy serio. Tirando de mi
vena más diplomática e ingeniosa le solté:
"Amigo,
dile a tu hermana que no soy yo quien tiene que responder a esa
pregunta".
Debió
gustarle la respuesta porque me chocó la mano con todas sus ganas
riéndose
a
carcajadas diciéndome que sabía que no era fácil salir de aquello.
Prometió tratarme como a alguien de su familia si tenía problemas,
y dijo que además no dudaría en pasar por encima de aquel que
intentase hacerme daño. Intenté mantener el tipo ante semejante
comentario y serené los ánimos con la más agradecida de mis
sonrisas. Me despedí y me volví al camping caminando sólo por la
playa, repasando todo lo que había pasado en las últimas
horas.
PAMUKALE-KAS
El Castillo de Algodón, esa es la traducción en turco de una montaña que no para de "sudar" agua, con un altísimos grado de cal que dan al paisaje un aspecto de nieve perpetua. Sobre la piedra de color blanco radiante cae el agua de forma continua, haciendo que el entorno sea de una belleza sin igual. Todo a su vez está rodeado de ruinas Romanas que aún se conservan en muy buen estado.
PAMUKALE-KAS
El Castillo de Algodón, esa es la traducción en turco de una montaña que no para de "sudar" agua, con un altísimos grado de cal que dan al paisaje un aspecto de nieve perpetua. Sobre la piedra de color blanco radiante cae el agua de forma continua, haciendo que el entorno sea de una belleza sin igual. Todo a su vez está rodeado de ruinas Romanas que aún se conservan en muy buen estado.
Por
la tarde fui a visitar Denizli. Me entretuve largo rato visitando
aquel exótico paraje y sin darme cuenta se me hizo de noche. Todo
era tan mágico, que llegó un momento en que me extravié y no
conseguí dar con la moto. Como ya me sentía más cómodo en
aquellas tierras, intenté no perder los nervios y no alejarme
demasiado de las zonas que me resultaban familiares. Finalmente en un
par de horas pude encontrar a mi ya solitaria Honda.
Al día siguiente continué mi ruta y dejé atrás los montes Taurus. El paisaje del sur y la costa Mediterránea eran espectaculares, costas recortadas, playas turquesa y espectaculares acantilados me acompañaron durante todo el trayecto. Finalmente llegué a un rincón muy especial: “La grieta de Kaputash. Se trataba de una brecha abierta en la montaña que formaba un acantilado de gran altitud.
En
ese peculiar lugar fue donde la batería de la moto pareció decir
“basta”.
Un
soldado con metralleta en mano y varios turistas allí congregados,
detectaron que algo fallaba. Yo sólo disponía de una oportunidad
para arrancar la moto ante mi público, la opción era ir cuesta
abajo dejándola caer intentando meter segunda, y seguidamente
perderme en una curva hacia la izquierda.
Ante
todo este público empecé el descenso dispuesto a arrancar la moto,
alcancé la “velocidad de crucero”, y tras intentarlo sin
resultado alcancé la curva perdiéndome del campo de visión de
aquel grupo de turistas, aunque fue por poco tiempo pues al momento
me volvieron a ver subir, ya que tuve que acabar pidiéndoles ayuda.
Fui
al soldado con metralleta, y aunque en un primer momento no se
inmutó, ya que tenía cara de no importarle para nada mis problemas,
no por ello dejé de angustiarlo con mi inglés y mis gestos de
película trágica. Finalmente conseguí que de malos modos me diera
el teléfono de la gendarmería. Rápidamente me dispuse a llamar e
intenté comunicarme con alguien que pudiese ayudarme.
Me
costó unos minutos conseguir implicarles en todo aquello, y no paré
de insistirles hasta que prometieron que vendrían a ayudarme. Eran
las seis de la tarde y volví corriendo hacia la moto. Llamé a mi
compañía de seguros en Barcelona (una de esas de presunta
Asistencia Mundial, je je). Me atendió una amable señorita que con
muy buenos modos me dijo que sería muy difícil poder ayudarme
estando yo en Turquía, por muy turística que fuese la zona, lo
único que me sugería era que esperase con calma su llamada, que
probablemente tendría lugar en unas tres horas.
Temiendo
que se me hiciese de noche y que allí no apareciese nadie, pasé a
pedir ayuda a los coches que pasaban, pidiéndoles que por favor
avisaran a una grúa o a un mecánico de la zona, o algún camión de
algún pueblo cercano. En definitiva cualquier persona que pudiese
ayudarme a salir de aquel atolladero.
A
los pocos minutos apareció casi la gendarmería al completo al más
puro estilo:
"El
Expreso de media noche".
Bajaron
tres soldados y al tiempo que se me acercaban, me entró todo tipo de
calores y sudores recordando de repente el "regalito" que
me habían guardado los kurdos en el llavero de la moto, en ese
momento maldije mil veces mi carácter despreocupado.
Afortunadamente
entendieron mi problema con la moto y pasaron a dar el alto a los
coches que pasaban y pidieron cables para cargar mi batería. Después
de dos horas y de algunos intentos frustrados llegó otra furgoneta
con más soldados. Al ver que la noche se echaba encima intentaron
subir la moto a una furgoneta, pero la moto no cabía de ninguna
manera. La volvimos a bajar y de repente se acercó uno de ellos con
unos cables en buen estado.
Al
intentar arrancar la moto me di cuenta horrorizado de que había
perdido las llaves de la moto con todo “aquello” allí dentro,
empecé a temer seriamente por mi integridad entre tanta policía
militar. Si me encontraban el “regalito” me caerían sin duda
cuatro años de cárcel. Recordé nervioso la imagen borrosa de la
escena de la peli “El expreso de Medianoche”, y casi se me corta
la respiración.
(…)y
eso que mi tía Frankie me lo aviso!!!!!!!..(..)
De
repente el militar con más rango me tocó la espalda y me entregó
tranquilamente el juego de llaves. En esos momentos casi tuve que
ahogar en un suspiro, el infarto inminente que estaba a punto de
tener.
Por
suerte soy un hombre resuelto y creativo, así que sonreí simulando
estar encantado y casi le doy un par de besos al tipo, como
agradecimiento.
Afortunadamente
ellos no vieron nada y pudimos arrancar por fin. Cuando oí el sonido
del motor de mi honda casi me cayó una lágrima de la emoción, de
ésta habíamos salido pensé. Les fotografié a todos con la moto y
entonces si que nos abrazamos, pues yo estaba sinceramente
agradecido.
Llegué
de noche a Kas y recibí la llamada de la señorita de la compañía
de seguros que muy profesionalmente me dijo : “Señor Fité, lo
sentimos no lo iremos a buscar”. Que maja!.
LAS RUINAS ME MYRA
Por la mañana ya con la batería cambiada y con energías renovadas, puse rumbo a las ruinas de Myra.
LAS RUINAS ME MYRA
Por la mañana ya con la batería cambiada y con energías renovadas, puse rumbo a las ruinas de Myra.
A
unos de 300 metros de la entrada aparecieron tres individuos que a
voces me ofrecieron bebida y descanso en su bar.
Para
mi este método es mucho mas cómodo, no he de bajar de la moto
preguntando dónde comer o dormir, y lejos de sentirme abrumado me
parece todo mucho más práctico.
Ese
día comí solo en una especie de cuadra, por la tarde entró un tal
Newzat, un turco que no hablaba nada de inglés. Eso no impidió que
nos hiciésemos buenos amigos ya que nos entendíamos por gestos sin
ningún problema.
Me
llevó por todo el pueblo con una Jawa antigua. Según ellos Santa
Claus (Pappa Noel) está enterrado allí.
Por
la noche volvimos al bar-cuadra, donde nos encontramos con los
dueños, no debían tener mas de 25 años. Hablaban delante mío en
turco y riendo mientras me miraban. Entonces Newzat me propuso ir a
Olympus. “Ok vayamos” dije yo, pero mejor con la honda. Cogí el
casco y un jersey, cosa que mi nuevo acompañante por supuesto no
hizo. "Por aquí Ricardo!" me dijo. Di gas a la moto
por las costas y acantilados turcos. 20, 40, 60, 85kms hasta llegar a
Olympus.
Valió
la pena ver un paraíso hippie en medio de paredes altísimas que
daban al mar, todo estaba lleno de acogedores chiringuitos. Todo
el mundo estaba de fiesta aunque eso si, con la policia bien
cerquita . Esa noche me quedé con ellos y dormimos en unos bancos
al raso. Al amanecer me despertó el dueño y más entrada la mañana
volvimos otra vez a Myra al bar-cuadra.
Una
vez en Myra nos reunimos con otros seis colegas de Newzat, y
entre todos empezaron a sacar cervezas. Después de algunas de más
y de un ambiente más que distendido hablando de artes marciales, me
levanté y envalentonado por la embriaguez (y porque no decirlo, por
mi cinturón negro de judo que me ampara), les reté a todos ellos
a que intentaran tirarme al suelo mediante la lucha turca, que es
parecida a la lucha Grecorromana. Ellos aceptaron encantados, por
supuesto. Los gritos y las risas atrajeron a la gente de la calle,
que formó un grupo concurrido de público, que acabo divirtiéndose
con el español y aplaudiéndonos a todos. Fue un momento muy
divertido y realmente inolvidable.
Lo más surrealista de la tarde estaba por venir. El dueño se acercó a mi cara y soltándome el fuerte aliento me susurró: "Ei Ricardo tu hablas bien inglés, ven a trabajar con nosotros, te daré 700 euros al mes". En ese momento me reí con ganas y miré hacia el otro lado, pero él continuó con su idea. “Vamos a probar” dijo, "Ahora dile a estos alemanes que si quieren les damos de comer, les mostramos las ruinas y les damos un paseo en barco por las ruinas de la costa".
Lo más surrealista de la tarde estaba por venir. El dueño se acercó a mi cara y soltándome el fuerte aliento me susurró: "Ei Ricardo tu hablas bien inglés, ven a trabajar con nosotros, te daré 700 euros al mes". En ese momento me reí con ganas y miré hacia el otro lado, pero él continuó con su idea. “Vamos a probar” dijo, "Ahora dile a estos alemanes que si quieren les damos de comer, les mostramos las ruinas y les damos un paseo en barco por las ruinas de la costa".
Tras
pensarlo unos minutos, finalmente accedí divertido a ayudarles,
pues estaba durmiendo gratis en su bar, así que empecé esa misma
tarde a trabajar con ellos.
Estuve
toda la tarde explicando lo mismo a diversas familias con bastante
éxito. Aunque, como era de esperar se nos fue todo de las
manos, cuando me di cuenta de que estaba haciendo de guía turístico
en unas ruinas de las que no sabía absolutamente nada. Evidentemente
un grupo de italianas realmente cañeras, también se habían
dado cuenta de mi ignorancia.
Todos
me insistieron en que tratase de explicarles algo a las
turistas y luego pasara a cobrarles por la charla. En un primer
momento, accedí valientemente claro está, pero al verme en las
ruinas con mi compañero, él sin hablar ingles, y yo sin idea de
turco, me sentí como volviendo al colegio en un examen oral, e
intentando buscar respuestas en la imaginación y pistas en el
entorno.
"Aquí tenemos como pueden ver unos relieves únicos en el mundo", empecé diciendo, "estas eran las cuevas que servían de casa a los ricos", "este era un Teatro Romano (luego resultó ser Griego) en el que se daban conciertos y discursos políticos".
"Aquí tenemos como pueden ver unos relieves únicos en el mundo", empecé diciendo, "estas eran las cuevas que servían de casa a los ricos", "este era un Teatro Romano (luego resultó ser Griego) en el que se daban conciertos y discursos políticos".
Las
italianas ya se habían dado cuenta hacía tiempo de que yo no
tenía ni idea, así que el grupo se me fue dispersando, al
doblar la esquina y ya sin grupo, regresé cabizbajo al local, por
suerte mis nuevos amigos me recibieron entre risas y aplaudiendo mi
primer día como guía turístico, yo no pude por menos que
agradecerles el gesto con una sincera sonrisa, pues en aquel momento
me hicieron sentir como un colega suyo más.
Al día siguiente Newzat me coló en un barco que nos llevó a ver ruinas Romanas bajo el mar y nos pudimos bañar en un entorno encantador. Esa noche dormí en Antalya y al día siguiente llegué a la Capadocia, ya estaba en el centro de Turquía.
CAPADOCIA:
El paisaje era precioso y presentaba un curioso aspecto lunar, muy diferente al de las zonas que había visitado hasta entonces. Tuve la oportunidad de visitar una vivienda subterránea con seis pisos de profundidad y en la que me aseguraron que en su día vivieron muchísimas personas. Aparentemente, este tipo de vivienda les permitía refugiarse del calor en verano y del frío en invierno, pero eso si, no era apta para claustrofóbicos.
Al regresar por la tarde al camping me encontré con un tipo en una moto con matricula italiana. Fui en su busca y al entablar conversación con el comprobé que casualmente venía del Monte Ararat. Me contó que el paisaje era mucho mas bonito que el de la Capadocia, que tardaría unos dos días en llegar al Monte Ararat, y me advirtió que tuviera cuidado al escoger el camino. Él se había visto obligado a recorrer 400 kilómetros de pista, y eso podría resultar fatal para mi Honda y para mí mismo. Pero me dije que si aquel italiano lo había hecho yo también podía.
EL LAGO VAN Y EL MONTE ARARAT.
A primera hora de la mañana me puse en camino hacia Dyarbakir. La jornada resultó dura, carreteras difíciles y un ambiente no siempre agradable mezclado con una presencia militar que se me antojó cada vez más hostil. Me estaba acercando a la frontera con Irak, y la cosa no estaba para el turisteo. La constante presencia de convoyes militares con armamento pesado y de controles de carretera metralleta en mano empezaron a hacer mella en mi estado de ánimo. En algunas ocasiones los soldados me dejaban pasar sin más, con una mirada que parecía decir "pasa chaval que esto no va contigo". Esa noche dormí en Dyarbakir y al dia siguiente llegué al lago Van.
Al día siguiente Newzat me coló en un barco que nos llevó a ver ruinas Romanas bajo el mar y nos pudimos bañar en un entorno encantador. Esa noche dormí en Antalya y al día siguiente llegué a la Capadocia, ya estaba en el centro de Turquía.
CAPADOCIA:
El paisaje era precioso y presentaba un curioso aspecto lunar, muy diferente al de las zonas que había visitado hasta entonces. Tuve la oportunidad de visitar una vivienda subterránea con seis pisos de profundidad y en la que me aseguraron que en su día vivieron muchísimas personas. Aparentemente, este tipo de vivienda les permitía refugiarse del calor en verano y del frío en invierno, pero eso si, no era apta para claustrofóbicos.
Al regresar por la tarde al camping me encontré con un tipo en una moto con matricula italiana. Fui en su busca y al entablar conversación con el comprobé que casualmente venía del Monte Ararat. Me contó que el paisaje era mucho mas bonito que el de la Capadocia, que tardaría unos dos días en llegar al Monte Ararat, y me advirtió que tuviera cuidado al escoger el camino. Él se había visto obligado a recorrer 400 kilómetros de pista, y eso podría resultar fatal para mi Honda y para mí mismo. Pero me dije que si aquel italiano lo había hecho yo también podía.
EL LAGO VAN Y EL MONTE ARARAT.
A primera hora de la mañana me puse en camino hacia Dyarbakir. La jornada resultó dura, carreteras difíciles y un ambiente no siempre agradable mezclado con una presencia militar que se me antojó cada vez más hostil. Me estaba acercando a la frontera con Irak, y la cosa no estaba para el turisteo. La constante presencia de convoyes militares con armamento pesado y de controles de carretera metralleta en mano empezaron a hacer mella en mi estado de ánimo. En algunas ocasiones los soldados me dejaban pasar sin más, con una mirada que parecía decir "pasa chaval que esto no va contigo". Esa noche dormí en Dyarbakir y al dia siguiente llegué al lago Van.
El
paisaje me recordaba al que había en un video de Mongolia: valles de
un verde intenso y ríos que no olvidaré jamás. Al atardecer llegué
a Dogubayazit, al pie del Monte Ararat. Misión cumplida!.
Se
hizo rápidamente de noche y con bastante frío en el cuerpo, después
de estar un buen rato buscando un lugar dónde cenar, encontré un
bar-motel de carretera en un entorno un tanto bélico. El dueño y su
amigo estaban viendo boxeo en la televisión y me miraron con una
expresión de "¿Quién es este tipo a estas horas?". El
caso es, que desde mi estancia en la Capadocia había cambiado de
forma de lenguaje: de mi inglés de costillada había pasado al
español gesticulado, el cual está demostrado te permite comunicarte
hasta con un “extraterrestre”. Al entrar en los sitios gritaba
"Merhaba" que significaba “Hola”, intentando mostrar
una actitud decidida, lo que al parecer ellos agradecían. El caso es
que al cabo de unos minutos me trajeron una sartén con pollo, un
tenedor, un vaso de agua y un cartón para proteger la mesa del calor
de la sartén. No sé si lo que me sentó mal fue el pollo o la
velocidad con la que lo ingerí, el caso es por la noche me subió la
fiebre y tuve que estar tres días encerrado en aquel hotel kurdo
recuperándome, y escuchando algún que otro disparo durante la
noche.
La visión constante de mujeres con burkas, la continua presencia militar y de niños trabajando de pastores, empezó a desgastarme realmente. Añadiendo además, la forma imprudente de conducir de aquéllas gentes pues era si cabe aún más peligrosa, que el en el sur. Tuve que entrar más de una vez en el arcén de graba a 80 kms/h, ya que aparecían coches de cualquier lado, adelantando por el carril indebido y no aminorando marcha aunque venían directos contra mi.
La visión constante de mujeres con burkas, la continua presencia militar y de niños trabajando de pastores, empezó a desgastarme realmente. Añadiendo además, la forma imprudente de conducir de aquéllas gentes pues era si cabe aún más peligrosa, que el en el sur. Tuve que entrar más de una vez en el arcén de graba a 80 kms/h, ya que aparecían coches de cualquier lado, adelantando por el carril indebido y no aminorando marcha aunque venían directos contra mi.
Decidí
subir a la costa del mar Negro desde la frontera con Georgia y
pasando a escasos metros de Armenia. Me esperaba un paisaje que pasó
del más encantador desierto a unos magníficos Puertos de montaña,
con largos tramos sin asfaltar.
En
una ocasión desesperado por la dificultad de una bajada llena de
piedras, metí la moto en una seca acequia hecha de cemento, tras el
primer susto y tras varios intentos, pude salir con el consecuente:
"por los pelos"!.
Dos
días después, llegué al Mar Negro. Me pareció encantador
verlo de fondo. No había ningún cartel que indicase Georgia, sólo
uno que señalaba la primera ciudad: Batum. Emocionado le pedí a una
mujer que encontré allí que me hiciera una foto, lo hice con mi
nuevo español adaptado para la ocasión: “FOTO”! dije, así que
la mujer me sonrió. Ante mi cara de sorpresa, se colocó bien el
pelo y se puso ella de modelo para que la fotografiase. No pude
resistirme y sonriendo, la inmortalicé.
Pasaron los kilómetros y llegué a Giresun donde estaba la isla que atesoraba una interesante leyenda sobre las amazonas. Pasaban los días y yo cada vez rendía menos sobre la moto, mi rutina se convirtió en empezar a rodar sobre las doce de mediodía y a las cuatro o cinco horas ya me encontraba absolutamente roto. Así y todo no dejaba de pensar angustiado, que aún me quedaban unos largos seis días para llegar a casa.
Pasaron los kilómetros y llegué a Giresun donde estaba la isla que atesoraba una interesante leyenda sobre las amazonas. Pasaban los días y yo cada vez rendía menos sobre la moto, mi rutina se convirtió en empezar a rodar sobre las doce de mediodía y a las cuatro o cinco horas ya me encontraba absolutamente roto. Así y todo no dejaba de pensar angustiado, que aún me quedaban unos largos seis días para llegar a casa.
La
costa del Mar Negro en Turquía estaba llena de campings,
con paisajes encantadores y muy recomendables. La autopista o
carretera que me sacaría de allí no me defraudó, era incluso más
peligrosa y hostil de como la esperaba. Adelantamientos imposibles,
pitidos continuos, camiones destartalados detrás mío presionando a
pocos metros a una velocidad de vértigo y pitando insistentemente
aún sin poder adelantar, policía pasiva ante todo este tipo de
acontecimientos... incluso no puede evitar la visión de un cadáver
en la cuneta, por culpa de un accidente que había sucedido
recientemente. En los peajes, la gente bajaba de los coches con sus
bebes en brazos y se paseaban entre los coches sorteando la caravana.
Improvisados vendedores ambulantes vendían refrescos, comida,
incluso imitaciones de colonia y tabaco. Ciertamente: El panorama no
tenía desperdicio.
Cuando
entré en Bulgaria, no negaré que sentí cierto alivio. Veía a los
coches señalizando las maniobras y respetando las señales de
tráfico, casi me parecía ciencia ficción, después de todo lo
visto durante las semanas anteriores.
El
camino a casa fue largo y cansado. Había aprendido muchas cosas
durante aquel viaje e incluso me sentía más maduro después de todo
lo vivido. No sabía muy bien cómo le podría sacar provecho a toda
aquella aventura, pero sentía que mi umbral de viajero del mundo
había mejorado. Todo me resultaba un poco contradictorio: contento y
a la vez desgastado, orgulloso, pero aún recuperándome del miedo
que a veces había pasado y preguntándome seriamente si volvería a
repetir aquella experiencia.
Mis
amigos al verme me confirmaron lo que yo pensaba, era la vez que más
cansado me han visto. No pude negarlo, pues pensaba igual que ellos.
Necesité
una semana para recuperar mi estado saludable y sentirme de nuevo en
forma. Pero todo valió la pena …… definitivamente: Turquía me
mata!
P.D.: Aquí os dejo un enlace donde podréis ver un video de todas las fotos con música de Los Replicantes, espero que os guste.
http://www.youtube.com/watch?v=-arylN3OKX4
Muchas gracias.
P.D.: Aquí os dejo un enlace donde podréis ver un video de todas las fotos con música de Los Replicantes, espero que os guste.
http://www.youtube.com/watch?v=-arylN3OKX4
Muchas gracias.